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El Mar por Marilyn VergeEnglish | Français

Echo de menos la mar.

Abandoné sus predios un día, pero ella siguió a mi lado. Y hasta mi último aliento de vida, ella habitará en mi ser Para mí, sus aguas son el principio y culminación de todo.

Echo de menos la ma.

Echo de menos el batir de sus aguas, las marejadas y las olas que se rompen contra la línea de la costa.

Echo de menos su inmensidad inabarcable, su horizonte infinito.

Echo de menos el viento que acaricia las aguas del mar, o las agita, trazando surcos en su superficie y levantando espuma que sirve de solaz a juguetones caballitos de mar.

Echo de menos el agua salada, el aire de mar, las salpicaduras de las olas, las algas y las estrellas de mar.

Echo de menos el polvillo de luz que se forma en la cresta de las olas, el brillo del sol de mediodía en su superficie, de su luz tamizada de la bruma matinal, de las aguas negras de sus tempestades, del borde espumoso de sus olas que llegan al litoral.

Mi infancia estuvo arrullada por su música. La marea no ha dejado de retocar la arena donde tracé, de niña, dibujos de ensueño y donde recogí ágatas y piedras de mar. Cierro los ojos y veo danzar la luz sobre los azules con que el cielo pinta sus aguas.

La veo negra y batida por poderosos vientos, pero quiero olvidar los naufragios, los restos de naves, los cuerpos sin vida que guarda en sus abismos y sólo quiero retener de ella el apaciguamiento que me procura cuando me encuentro a sus pies, la mirada perdida en el infinito, más allá de la línea que separa el azul del cielo del azul de la mar.

Y allí, a su lado, siento como si mis pies se transformaran en raíces que se prolongan hasta tocar mis orígenes…

Traducido por Rafael Solís

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